jueves, 27 de mayo de 2010

Juanjo Mintegui, o el tío que todo sobrino rockero querría tener

Rebuscando en el árbol genealógico, todas las familias (TODAS, he dicho) tienen un pariente hippie. Y si sustituimos la palabra “familia” por “grupo ochentero” para qué les voy a contar. No es para escandalizarse, ya que muy probablemente usted mismo, amigo lector, pertenece a ese club de garbanzos negros que en el ámbito del rock son legión. A donde quiero llegar es que, en el caso de una banda pionera en la nueva ola astur, como puede valernos La Banda del Tren, los indicios de “pasado sospechoso” pesan sobre cualquiera de sus miembros. Del que más, de Juanjo Mintegui. Pero esto no es echarle la culpa a él de nada. Digámoslo ya: Juanjo es el único músico de Asturias que no tiene enemigos. Y eso ¿qué tiene que ver con lo que nos ocupa? Pues muy sencillo: es el maestro de varias generaciones de rockeros del Principado, léase folkies, poperos, heavies, indies o lo que ustedes quieran. Un guitarrista espléndido, un todoterreno de la música, un instrumentista versátil, un conocedor de todos los estilos, y, lo mejor de todo, un tipo entrañable, amigo de todo el mundo, cariñoso hasta con figuras tan execrables como puedan ser los managers de zona o los porteros de discoteca. ¿Verdad que, dicho así, parece que estemos hablando de Jonathan Richman? Pues aquí tenemos a su hermano gemelo pasado por la lluvia del Cantábrico: Juanjo Mintegui.

Este adorable personaje hizo sus pinitos en 1968 con un olvidadísimo conjunto (como entonces se decía) llamado Viejo Folk, quizá el primer grupo gijonés que tomó nota de coetáneos tan marcianos como Almas Humildes o Vainica Doble. Los primeros años 70 fueron para Juanjo el descubrir la música underground del momento, siempre con una guitarra acústica a cuestas. Tuvo que llegar 1977 para que unos chicos un poco más jóvenes que él (caso de Tete Bonilla o Iñigo Ayestarán) le pidieran que se uniese a una banda llamada Tren de Largo Recorrido. Después de dudarlo mucho, y tras no pocos parones y retrocesos, Juanjo dijo sí. Fue el nacimiento de La Banda del Tren, la más grande escuela de rock que haya dado Asturias jamás, y que encima debutó en el patio de la casa de quien nos ocupa en la Noche de San Juan de 1979. Del grupo, en el que todos eran auténticos personajes, Juanjo era probablemente quien más destacaba (cosa harto difícil en tamaño cruce de personalidades). El más elegante, el más risueño, el más músico… y el único que tenía los arrestos que hay que tener para, en plena fiebre de “busque un hippie y traiga su cabeza”, afirmar que “el mejor grupo de la new wave son los Dire Straits”. ¡¡¡Ole, ole y ole!!! Y pese a ello, en Gijón y en toda Asturias, Juanjo Mintegui era de los pocos tipos respetados tanto por fundamentalistas como por diletantes. Hasta el punto que Jorge ‘Ilegal’ Martínez llegó a afirmar en 1983: “los únicos músicos de Gijón que sabemos tocar y no somos maricones somos Juanjo y yo”. ¿Entienden? Que si comprenden, quiero decir.

Con el paso de los años, La Banda del Tren logró hitos como ser producidos por el hoy denostado Teddy Bautista y, en lo que respecta a Asturias, llevar el rock desde la discoteca de ciudad a la verbena de pueblo sin tener que tocar canciones de Camilo Sesto o Julio Iglesias (para la época esto era una auténtica proeza). Cuando la anquilosis amenazó al grupo, no dudaron en partir peras (gesto de honradez del que muchos deberían tomar nota). Y Juanjo, junto a los más inquietos ex miembros de LBDT, léase los mentados Bonilla y Ayestarán, más Tomás Asueta, formó un supergrupo que se adelantó quince años a los Smashing Pumpkins y a discos como su ‘Mellon Coolie’. En efecto, El Contacto, que ese era el nombre, fue un experimento incomprendido en su momento, que juntaba el blues, el rock, el soul, y el punk. Como si Leonard Cohen se fuese de juerga con James Brown y se hiciesen acompañar por los Damned mientras Georgie Fame se sumase al festín como quien no quiere la cosa. Un sueño de grupo que acabó sus días demasiado pronto. Como todos los grandes, vamos.

Podría decir más, pero sólo se me ocurre decirles que Juanjo es uno de los más respetados profesores del Taller de Músicos de Gijón y que, sin ser una “rock star” siempre ha vivido de la música SIN PROSTITUIRSE. Que ha tocado con todo el mundo del rock asturiano, desde Salón Dadá o Stukas hasta Undeshakers, Screamin’ Pijas o Nacho Vegas (esto último puedo jurar que no lo hizo por dinero). Y que conserva la vieja Fender Stratocaster que se compró y montó a mano en 1977, como si de un tesoro se tratase. Un tipo genial al que es imposible no querer cuando se cruzan diez minutos de conversación con él. Juanjo Mintegui, en suma, es uno de los nuestros. Y ahora me voy a escuchar “Esclavo de la noche” para recordar la primer vez que oí una guitarra llorar y reír a la vez. La tocaba él, claro ¿A qué espera usted para hacer lo mismo?

Imagen: Juanjo en una noche cualquiera de los 80 (Archivo de Tete Bonilla)

3 comentarios:

  1. Una buena reseña, crónica completa sobre un destacado músico asturiano de las últimas décadas que merece ser recordado como tú lo haces Rafa de manera genial, y no es para hacerte la pelota ni para quedar bien. Sabes que escribo como un caballo loco desbocado, con sentimiento, como el tango, el fado, el flamenco o el soul. Me alegra que hayas inaugurado esta brillante Terminal Norte, especialmente para mí, que modestamente vengo de la Terminal Sur, je :), Un fuerte abrazo y un afectuoso saludo de todo corazón. Tu texto tiene color de tonos brasileños, cubanos, colombianos, fusionados con melodías de tinte europeo sureño.

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  2. Me parece tremendamente ofensivo que se haga esa aclaración de "sin prostituirse". Gracias a esa visión de la música como una práctica religiosa los paletos como el señor Balbuena siguen ayudando a que no se pueda ser un profesional de la música en España.

    Los músicos profesionales trabajan por dinero, y no son putas por ello, son profesionales.

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  3. Por alusiones, señor "Unknown": gracias por lo de "paleto" y "tremendamente ofensivo". Su resentimiento y valentía, amparado en el anonimato, la madrugada y la economía de razonamientos, me enternecen. "Los músicos profesionales trabajan por dinero y no son putas por ello, son profesionales", dice usted, y estoy de acuerdo. Y yo añado: "los trolls amargados insultan gratis y no son putas por ello, son sus hijos". ¿Estamos de acuerdo?
    Atentamente: Rafa Balbuena

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